Los avances y desarrollos científicos de los últimos años, en relación con la felicidad, son muy significativos. Simplemente, para tener una idea más clara del avance que existe, en lo que muchos llaman «ciencia de la felicidad», veremos a continuación un panorama de la situación, sin un orden de prioridades o importancia. Seis reflexiones que nos permitirán cuestionarnos también a nosotros mismos.

1. La «ciencia de la felicidad»

Está la psicología positiva, fundada por Martin Seilgman en los años 2000. Descubrimientos cada día más elaborados de las neurociencias, comprendiendo mejor el funcionamiento de nuestro cerebro. Estudios científicos de años, en universidades como Harvard, MIT, Yale y otras prestigiosas a nivel internacional.
Apuestas a nivel de políticas gubernamentales, como por ejemplo, en la República de Bután, dónde ya no se habla de producto interno bruto —como índice de desarrollo de la nación— sino de «experiencia de felicidad», para desarrollar políticas públicas con el fin de lograr la felicidad de la mayor parte de la población.

Inglaterra creó hace algunos años el Ministerio de la Soledad para combatir el flagelo de la indiferencia, que lleva por ejemplo a que más de dos millones de adultos mayores sean prácticamente abandonados en casas de reposo.

Un avance cada vez más significativo en la importancia que va teniendo otra corriente como la logoterapia (fundada por Víctor Frankl), que propone razones muy concretas y encarnadas para explicar el fenómeno preocupante del aumento porcentual significativo de casos de depresión.

Una búsqueda más acentuada, en muchas personas, en ejercicios como el mindfulness, el yoga, el reiky y otros modos de meditación —muchos de origen oriental— para lograr paz y tranquilidad. En fin, como vemos hay una preocupación cada día más intensa por ayudar a que las personas sean felices.

2. La culpa, el dolor y la muerte

Sin embargo no vemos un crecimiento importante en el nivel de felicidad de la población. Lo cual desdice de todos esos avances mencionados en el párrafo anterior. Más bien, lo que vemos es un incremento de depresión.

Víctor Frankl decía que la enfermedad de la época moderna sería la depresión. Y no se equivocó, datos de la OMS confirman esa visión de Frankl, y revelan que efectivamente la enfermedad que más personas sufren es la falta de sentido, lo cual origina una patología, origen de la depresión.

Podemos observar, cómo en sociedades avanzadas de primer mundo que aparentemente tienen todo lo necesario para una vida cómoda y sin problemas, sufren un aumento de casos de suicidio. Nunca se han vendido tantos fármacos para enfermedades psicológicas y psiquiátricas como ahora.

Así como se hace cada vez más común la necesidad que tienen las personas de acudir a un psicólogo. Es común, conversando con jóvenes, casados y gente adulta, que no sepan qué hacer con sus vidas, qué sentido darle a la existencia. Cómo descubrir un propósito que les brinde felicidad dentro de la experiencia cotidiana.

La culpa, el dolor y la muerte —que para Frankl, se conoce como la «triada trágica» de la vida— son vistos por la mayoría, de un modo muy ligero, o por otro lado, de modo tan negativo, que se opta por huir, no enfrentar. Razón por la cual, cada vez menos personas son capaces de asumir con responsabilidad su propia vida.

Esas tres realidades son parte indiscutible de nuestra vida. No vivirlas o no aprender a sobrellevarlas, significa huir de la propia vida.

3. ¿Cuáles son los temas de fondo para ser felices?

Con lo dicho, me parece que está claro cómo hay una oposición diametral entre lo que se conoce y se avanza en la «ciencia de la felicidad», y lo que vive un gran porcentaje de la población. La razón principal de esto es que aunque haya muchos desarrollos y descubrimientos para ayudar a que seamos más felices, no se enfrentan, no se responden y no se trabajan aspectos o dimensiones de nuestra vida humana, que han sido y siguen siendo los mismos puntos esenciales para responder y dar soluciones indispensables a nuestra vida. Menciono a continuación algunas de estas realidades.

Primero, que está en la base de todos nuestros males: el pecado. Es impresionante y maravilloso todo lo que ocurre en los estudios científicos, pero el problema radical en nuestra condición de fragilidad y vulnerabilidad personal. Es fundamentalmente el daño que el pecado origina en nuestra existencia.

Sin un abordaje profundo y directo en este sentido, que lo tiene la vida cristiana, no podemos proponer un camino con bases sólidas para brindarnos una vida con anclajes. Sin la vida que nos ofrece la fe cristiana, no es posible salir de la oscuridad en la que nos somete el pecado.

Segundo, vemos cada vez más cómo en todas esas propuestas, se habla —y esto es muy positivo— de la importancia de una vivencia espiritual. Sin embargo, no hay una mención a la necesidad que tenemos de una espiritualidad abierta a la relación.

Vivir una espiritualidad, sin comunicación con Aquél que nos ha creado y conoce nuestras más profundas necesidades, puede quedarse en un paliativo, que nos permite sentirnos bien, y caminar con un poco más de seguridad.

Sin embargo, sin esa relación con nuestros orígenes, esa espiritualidad termina por desorientarse, y nos lleva aún más, hacia ese sin sentido del que tratamos de huir.

4. Hábitos para tener una vida más feliz

Algunos podrían ser: relaciones más profundas y auténticas con amigos. El escribir diarios de gratitud, tener siempre una sonrisa, ser personas positivas, aprender a vivir el momento.

No estar ansiosos por problemas en el futuro que quizás, nunca sucedan, ni tampoco angustiarnos por eventos que ya sucedieron. Hacer ejercicio con frecuencia, a fin de liberar sustancias, como el cortisol, que nos libera de tensiones y el estrés cotidiano.

Todo esto es muy positivo, pero si nos ponemos a pensar con un poquito más de profundidad, veremos que son «herramientas» que sirven de paliativos para los síntomas, fruto de razones, que están de fondo en nuestra experiencia de infelicidad.

Esos hábitos que debemos vivir nos van enseñando a tener un estilo de vida que favorezca una experiencia positiva de vida. Sin embargo, no resuelven los problemas de fondo. Esa amistad, positividad o agradecimiento son maneras de ser necesarias… pero… ¿según quién?¿cuál debe ser el modelo?

Si Cristo, como el modelo auténtico para nosotros no está presente en el panorama, cada uno se regirá por su propia manera subjetiva de entender las cosas. Lo cual muchas veces en vez de llevarnos hacia la felicidad, nos conduce a más oscuridad, más sin sentido, más frustración y desesperanza.

5. ¿Por qué hay desconcierto y sin sentido de la vida?

Un aspecto principal es el vacío que todos tenemos en el interior. Es natural, nacemos con ese vacío existencial que nos obliga a buscar respuestas que llenen esa necesidad que vivimos. El gran problema es que tratamos de llenar ese vacío con los falsos ídolos del mundo, que son el placer desenfrenado, el consumismo exacerbado y la búsqueda de poder ilimitado.

Es como poner un «tapón», en vez de llenar esa necesidad espiritual que tenemos. Luego, otro punto importantísimo, es cómo darle sentido auténtico a nuestra vida. Sin una vida espiritual que nos remita a Dios, no descubriremos la felicidad infinita, ni tampoco, las respuestas a nuestras preguntas fundamentales, como el origen y finalidad de nuestras vidas, y nuestra identidad personal.

Para no abundar mucho más, y no hacer una lista muy larga, quiero mencionar lo imprescindible que es aprender a vivir con responsabilidad nuestra libertad. Actualmente, se cree que la persona libre, es aquella que hace lo que mejor le parece, y tiene el derecho de que nadie le imponga ningún tipo de límites a esa «libertad».

Que termina siendo, en realidad, una esclavitud, ya que si no está iluminada por la Verdad, es como una persona ciega, que no sabe cómo orientarse hacia su felicidad.

6. ¿Qué podemos concluir?

Me parecen excelente todos los avances y descubrimientos necesarios para que seamos más y más felices. Son, debo decirlo, puntos de encuentro con la fe que deben ser tomados muy en cuenta para establecer caminos de diálogo entre la vida cristiana y lo que ofrece el mundo, como medios para nuestra felicidad.

Sin embargo, mientras no respondan a esas necesidades esenciales que mencioné, las proposiciones actuales no podrán dar la respuesta que necesitamos para descubrir las respuestas que nos abran al Camino, Verdad y Vida, que son el mismo Señor Jesús (Juan 14, 6).

Seguimos en el mismo problema de siempre. La cerrazón del hombre hacia las realidades más esenciales de la fe en Jesucristo, nuestro Señor. Por eso hay que abrir el corazón, esforzarnos por llevar amor y perdón a los lugares donde parezca no haber nada, preocuparnos más por aquellos que nos rodean y pedirle a Dios ¡que nos llene de fortaleza y alegría!

Autor: Pablo Perazzo (Catholic-Link)