El lunes 2 de septiembre, Felicitas tuvo el privilegio de organizar el evento titulado: “¿Cómo ser feliz en este mundo confuso y sin valores?”, teniendo como conferencista al renombrado filósofo español Carlos Díaz Hernández, quien es Doctor en Filosofía, Derecho y Psicología, y se ha desempeñado fundamentalmente como docente en la Universidad Complutense de Madrid, en la UNED, en la Universidad San Pablo-CEU y en la Facultad Eclesiástica San Dámaso. Sería largo describir toda su reseña personal, pero no se puede dejar de mencionar que es discípulo de Emmanuel Mounier y que es un prolífico escritor con más de 300 libros publicados sobre filosofía, teología y pedagogía, principalmente.

¿Es posible alcanzar la felicidad?

El Doctor Carlos dejó claro que la felicidad que anhelamos es una utopía en este mundo por el anhelo de infinito que experimentamos y por el llamado a participar de la Eternidad, comulgando con el Amor y Comunión con el Señor. No obstante, hizo un desarrollo muy interesante de las distintas felicidades que las personas buscan hoy en día, frustrando cada vez más y peor ese anhelo que vivimos en el corazón. Si ponemos ese deseo en cosas o placeres pasajeros como el dinero, el sexo o las adicciones, simplemente vivimos esclavos de las circunstancias.

Comprender la felicidad como una responsabilidad

Si bien todos tenemos el derecho a ser felices, Carlos nos dejó claro que se trata de una central responsabilidad en nuestra vida el trabajar por alcanzar nuestra felicidad. Eso implica que nos hagamos protagonistas de nuestra propia vida y sepamos enfrentar y asumir las dificultades que nos toca cargar, con los diferentes sufrimientos y adversidades que vivimos. Habló mucho como es común actualmente que la mayoría de las personas atribuyan su infelicidad, amarguras y problemas que viven por culpa de otras personas. Como si nunca tuviéramos la culpa nosotros. Así nos desentendemos y buscamos constantemente justificaciones para no hacer lo que nos toca. Es decir, comprometernos con ese esfuerzo que implica dedicación y una opción de la voluntad por vivir y hacer concreto en nuestras vidas los valores, que a través del hábito se van convirtiendo en virtudes.

Hablar claro del amor cristiano

Algo que llamó mucho la atención e hizo hincapié fue la necesidad que tenemos de vivir el Amor que nace del encuentro personal con Cristo. Como el Señor se hizo pecado por nosotros, asumiendo nuestras culpas y llegando al punto de convertirse en “gusano” para redimirnos de nuestros pecados. El “bajar al infierno” que tanto rezamos en la oración del Credo significa como el Señor Jesús descendió a las zonas oscuras de nuestras almas y quiso asumir nuestra propia oscuridad, nuestra propia inmundicia para luego reconciliarnos. Que la única manera por lo tanto para poder nosotros mismos darles sentido a nuestras vidas es caminando de la mano de Cristo y dejándonos amar por Él. Que como dice el psicólogo Viktor Frankl – a quién nombró más de una vez – aprendamos a darle sentido a las realidades de nuestra vida que, si no fuera por esa redención cristiana, no sabríamos qué hacer.