La brisa del mar entraba por nuestros sentidos refrescando nuestros pensamientos e introduciéndonos en un ambiente de bienestar interior.

Ambas compartíamos la pasión por el mar. Pasear por ese pequeño balneario citadino donde el ruido del agua, acariciando las piedras, nos daba una música de fondo que nos ayudaba a profundizar en nuestra meditación.

Bendecida por el amor maternal - Martha Palma - Felicitas

Un camino bajo la brisa nocturna

Estos paseos madre e hija los realizábamos en días aleatorios. Escuchar sus historias de infancia en las cuales el mar era siempre un actor de reparto me enternecían. Ella había crecido en la parte urbana de ese puerto de mi ciudad natal.

En algunas ocasiones, la luna nos hacía compañía. Y cuando ese astro luminoso se mostraba en toda la redondez de su esplendor, la magia anteriormente mencionada se completaba.

Ver la luna brillar en medio de la noche oscura, redonda y radiante, iluminaba nuestros diálogos, así como las calles aledañas de ese balneario que recorríamos con calma mientras regresábamos a casa. La luz tenue del astro nocturno, discreta y suave nos cautivaba permitiéndonos que la mirásemos directamente sin ofuscarnos.

Bendecida por el amor maternal - Martha Palma - Felicitas

Recordar es volver a vivir

Solo ahora que no la tengo cerca, a mi mamá, cuando miro la luna, la recuerdo. No solo porque hizo parte de nuestra historia materno filial, sino porque la luna siempre la he relacionado con la Santísima Virgen. Aquella madre pura y bondadosa que nos comparte el brillo Divino y que, así como la acompaña a ella en la vida eterna, a mí me cuida y me acompaña en mi vida terrena.

Probablemente pocas personas me van a entender, pero les comparto que, aun no teniendo a mi mamá presente, no me considero una persona huérfana, sino alguien bendecido, quien por la Gracia de Dios disfruta de una doble dimensión de la filiación.

Autor: Martha Palma Melena