Buscar tener una familia sólida y dedicarse al apostolado puede parecer un equilibrio desafiante en un mundo donde el tiempo es un bien muy preciado. En medio de las demandas diarias de criar cinco hijos, Oscar y Adrika, peruanos que viven en Cuenca, Ecuador, comparten su viaje inspirador de cómo la familia no solo es una escuela de amor, sino también un terreno fértil para el apostolado.
Decidimos buscar a Oscar y Adrika luego del primer Encuentro Internacional “La alegría de ser familia”. En la noticia que publicamos entonces, Oscar compartió que este evento nació “de la escucha a las voces interiores de tantas familias que anhelan vivir el horizonte a la santidad expresado en el apostolado de familia en nuestro hogar, en el día a día”.
Así, comenzamos este espacio con la experiencia del Encuentro Internacional de Familias.
“Tuvimos el encargo de organizar y dirigir el Encuentro que se realizó en Cuenca – Ecuador”, cuenta la pareja. “Fueron meses de preparación que junto a nuestro equipo de trabajo fuimos diseñando el camino de reflexión del Encuentro, con una mirada en la vocación a la santidad a la cual estamos llamados a vivir como familias, acentuando el horizonte apostólico como expresión y fruto de los afanes por vivir esta vocación”.
Oscar comentó que durante el Encuentro Internacional de Laicos realizado en la ciudad de Cali – Colombia, en el cual participó, tuvo la oportunidad de dar una plática en el panel de familia titulado: “El apostolado con rostro de familia”, y luego conversó con algunos casados y consagrados que participaron en este evento organizado por el Movimiento de Vida Cristiana (MVC) y el Sodalicio.
¿Cómo surgió entonces la idea de este evento que reuniría a muchas familias? nos lo cuenta Oscar.
“Coincidentemente, venía reflexionando, desde meses atrás, en la vocación al apostolado de los matrimonios y las familias y su compromiso dentro de nuestra familia espiritual, venía escuchando a muchos hermanos de distintas localidades, sus historias, sus experiencias, sus necesidades y sus anhelos; y en las voces de ellos me escuché a mí mismo. Y es por eso que salí al encuentro de Carlos Muñoz, Asistente General de Apostolado del Sodalicio, y de Alexandre Borges, Coordinador General del MVC y les propuse la idea de organizar el primer Encuentro Internacional de Familia.
“El lema: La Alegría de ser Familia es una frase familiar que aquí en Cuenca buscamos hacerla vida en nuestro peregrinar cotidiano. La verdadera alegría brota del encuentro con el Señor Jesús, toda persona que se ha encontrado con Él descubre en su interior una inmensa alegría que lo lleva a comprometerse con Él, acogiendo su Amor y dejando transformar su corazón”.
“Cuando la familia crece, la familia se fortalece”
Entrando a un segundo momento de esta historia, les pedimos que se presenten, como si tuvieran que escribir una breve biografía para una red social, y esto es lo que escribieron: “Somos una familia muy unida, nos acompañamos en todo momento, expresando con gestos y palabras el amor que nos tenemos”.

Desde hace 18 años la familia Álvarez Canales radica en Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca, ciudad ecuatoriana que vio nacer a tres de sus hijos; y vio nacer también, como ellos lo describen: “la forja de una familia que busca vivir el rostro del amor de Dios en lo cotidiano, en compañía de nuestra madre Santa María”.
Con 23 años de casados, recuerdan el momento cuando este viaje comenzó, un viernes 17 de noviembre del año 2000, día en el que celebraron su matrimonio, que es también el día de Santa Isabel de Hungría, una santa casada.
En más de dos décadas de camino, junto a sus 5 hijos: Esteban de 22 años, Andrea María de 19, María Belén de 18, Alejandro de 16 y Ana María de 11 años, el matrimonio ha enfrentado desafíos que han dejado muchas lecciones.

Sobre esto nos cuentan: “Los hemos enfrentado conociendo nuestros dones, de esa manera hemos ido permaneciendo en ellos, desplegándolos según las circunstancias que vamos viviendo. Hay una cita bíblica que nos ha acompañado y nos ha ido educando como familia y lo sigue haciendo. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura (Mt 6, 33).”
“Cuando la familia crece, junto a ella crecen también sus necesidades. Y es ahí cuando el mundo trata de hacerte creer que tu seguridad y la de tu familia deben estar puestas en ese mundo, que tu significación está destinada a ese mundo y que solo así serás feliz”.
“Y es en ese momento de tentación, cuando dejas de poner la mirada en Jesús y te miras a ti mismo, como Pedro cuando se hunde en las aguas por dejarse llevar por sus miedos, dejó de tener puesta su mirada en Jesús, mira sus temores e inseguridades y sucumbe ante los vientos fuertes de ese momento”.
“Para nosotros, cuando la familia crece, la familia se fortalece; se fortalece ante los vientos fuertes del mundo, se fortalece la confianza y las esperanzas se ven reflejadas en el amor cotidiano del Buen Dios que siempre sale a tu encuentro y al encuentro de los tuyos, dándote aquello que realmente necesitas para ser feliz”.
La Eucaristía: Paz y fortaleza
Oscar y Adrika nos cuentan la manera como han ido cultivando su vida espiritual a lo largo de los años que llevan de compañeros de vida.
“Nuestro matrimonio y nuestra familia está signada por la Eucaristía. Ahí está nuestra paz y fortaleza, el amor verdadero que nos sobrepasa, nuestro consuelo en nuestras caídas y compañía en nuestras luchas, nuestra luz en medio de nuestro caminar”.
“Además de la vida sacramental, hemos procurado tener espacios de oración personal, en pareja y en familia. La oración contemplativa, el rezo de las laudes y el rosario han sido prácticas que nos han acompañado en este tiempo”.
Su adherencia al Sodalicio de Vida Cristiana

“Realizamos nuestras adherencias al Sodalicio un 12 de octubre del 2001, día de la Virgen del Pilar. Ese día nos consagramos apostólicamente como matrimonio a Santa María por todos los días de nuestras vidas, comprometiéndonos a secundarla en su misión evangelizadora estando vinculados al estilo y espiritualidad del Sodalicio y disponibles a sus superiores”.
Los adherentes del Sodalicio son matrimonios que responden al llamado de Dios, vinculándose al estilo y espiritualidad de la comunidad. A través de un discernimiento mutuo y un período de formación, se preparan para vivir sus compromisos bautismales dentro de sus familias. Aunque no forman parte de la vida comunitaria ni de la disciplina religiosa, expresan su aprecio por la espiritualidad sodálite y colaboran en la misión apostólica según sus capacidades.
Precisamente ellos nos cuentan cómo llegaron a ese 12 de octubre. “Como matrimonio nos descubrimos sodálites por nuestra propia experiencia personal de conversión, por nuestro caminar en esos primeros años de matrimonio en los cuales nuestra amistad con los hermanos consagrados nos hacía vislumbrar un horizonte común en la vivencia del carisma, en el llamado a vivir una misión apostólica concreta en comunión con ellos”.
“En el Sodalicio encontramos esa familia querida por Dios en la cual vemos desplegar nuestros dones, podemos acompañar y ser acompañados, allí descubrimos un llamado particular en la vocación universal a la santidad estando vinculados a su estilo y espiritualidad”.
Al profundizar sobre cómo la espiritualidad sodálite ha influido positivamente en el día a día de su vida familiar, ellos resaltan varios aspectos. Como “la mirada integral de la fe actuando como una luz que ilumina sus mentes, mueve sus corazones y los proyecta a la acción”. Por otro lado, “les ha ayudado a reconocer el rostro del Amor Trinitario como la expresión máxima del amor familiar”.
“El amor filial a Santa María se presenta para ellos un camino que configura su relación con Jesús”, permitiendo que la Madre los guíe maternalmente hacia el encuentro con su Hijo. Destacaron también la vida comunitaria y el compartir fraterno como un espacio esencial. Y junto a esto, “la alegría cristiana, que brota de la vivencia compartida de un carisma”.
Finalmente, comparten: “abrazamos la reconciliación como respuesta a las rupturas del mundo y como una práctica vital en nuestra vida familiar, para vivir mejor nuestra amistad con Jesús”.
Proyecto Misiones familiares

Uno de los proyectos que se presentó en el Encuentro Internacional de Familias en Cuenca fue: Misiones familiares, sobre el cual, nuestro hermano Enrique Elías hizo una presentación.
Detrás del telón de esta obra naciente están involucrados Oscar y Adrika, aquí nos lo cuentan.
“Surge de la iniciativa tanto de Enrique Elías como la de nosotros, que compartiendo nuestras historias misioneras, empezamos a vislumbrar que la creación de un proyecto misionero familiar podría responder al anhelo de vivir el horizonte apostólico en muchas familias de las distintas localidades en donde está presente nuestra familia espiritual”.
“A este trabajo se sumó Francesco Anzuini, del Departamento de Apostolado del Sodalicio, quien colaboró con nosotros acompañándonos en la reflexión y en toda la preparación”.

“Fue así como Enrique vino desde Roma a nuestra casa en Cuenca en dos ocasiones para poder diseñar, en espíritu de oración y en un ambiente de familia, este proyecto que intenta generar una cultura de misión en las familias, brindando formación y acompañamiento, buscando ser testimonio del amor de Dios, favoreciendo espacios de encuentro donde se realice un programa de mejoramiento de la calidad de vida entre los más necesitados”.
El apostolado, una pedagogía para la familia
La experiencia de Oscar y Adrika destaca la posibilidad de vivir el apostolado como una pedagogía para la familia, desafiando la percepción de que dedicarse al servicio de los demás pueda resultar complicado en medio de las responsabilidades diarias que tiene una familia.
Actualmente, además de estar involucrados en misiones familiares, los Alvarez Canales están comprometidos en la preparación para la primera comunión en la institución educativa donde sus hijos han estudiado. Oscar desempeña un papel colaborativo con la fundación “Fe y Salud”, mientras que Adrika comparte su arte como espacio apostólico mediante exposiciones y publicaciones. Además, forman parte de un grupo de matrimonios que se reúne mensualmente para reflexionar sobre temas relacionados con el matrimonio y la familia.
“También procuramos estar disponibles para colaborar en Cuenca con las parroquias, colegios, otros movimientos y medios de comunicación que eventualmente piden nuestra colaboración apostólica”, nos cuentan.

“En el caminar apostólico, nuestros hijos nos han acompañado siempre, con su presencia siendo niños hasta con su testimonio y participación siendo ya jóvenes como lo hicieron en el Encuentro Internacional de Familias en donde nuestros 5 hijos dieron la conferencia del domingo”.
“La vivencia del apostolado ha sido una pedagogía para nosotros y para nuestros hijos. Como dijo Ana María, nuestra última hija de 11 años en sus breves palabras en el Encuentro: La Familia ha sido y es, la mejor escuela de amor a Dios y a los demás, mi mejor escuela de vida cristiana”.
Para cerrar este espacio, la pareja quiso regalarnos una reflexión sobre la lección más significativa que han extraído de su experiencia en el apostolado, compartiendo un relato que expresa lo que ellos han aprendido en este bello horizonte del apostolado que les ha tocado vivir en Cuenca.
“Desde nuestro hogar en Cuenca vemos día a día las verdes montañas cuyas cimas nos señalan la grandeza que hay que alcanzar. Muchas de estas montañas las hemos encumbrado como familia; y hemos experimentado que la vida cristiana es como ese camino que hay que recorrer hacia la cima de la montaña. Habrá senderos llanos, pero también empinados, climas soleados, fríos o lluviosos. Sin embargo, debemos llegar a la cima a pesar de esas dificultades. Tendremos sed y hambre, pero nuestro alimento será otro, nuestra bebida y comida será aquella que nos dé la fortaleza interior para seguir caminando en búsqueda de nuestros ideales”.
“Y estaremos muchas veces cansados, tendremos la tentación de mirar atrás, pero si miramos a la cima de la montaña, sabremos que ahí está nuestra meta. Y daremos ese último esfuerzo con la generosidad de nuestros corazones que intentará palpitar al unísono con aquel que nos acompaña y que nos regala esta maravillosa vida”.
“Y así llegaremos a la cima, la alegría inunda nuestros corazones. Ahora, la cima nos señala hacia dónde debemos ir, hacia donde debe estar puesta nuestra mirada, y es que nuestra mirada debe estar puesta en la inmensidad del cielo, ese cielo que se hace presente en nuestro mundo porque aquello que es eterno como el Amor del cual fuimos creados se hace vida en medio de nosotros”.