Resulta urgente comentar un video del 20 de noviembre de 2023, que tiene ya más de 10 millones de vistas. Este muestra un clip del programa coreano de Michael Ben Gibbs, en el que presenta a un niño de 4 años coreano que se derrumba durante el programa, cuando le preguntan sobre su relación con su madre y el amor de sus padres.
El niño pide que le permitan tener un tiempo para recomponerse, pues no es capaz de decir por cuál de los dos padres siente más cariño. Contesta que muchas veces lo dejan solo, diciendo: «Nadie juega conmigo».
El niño de apenas 4 años sorprende a todos por su madurez. Hace una crítica sobre el mal genio de su padre: «Me da miedo cuando se enoja» u “ojalá me llame de forma cariñosa». Asimismo, refiere que no le cae bien a su madre: «Creo que no le agrado a mi mamá».
¿Estos padres de verdad no lo aman?
Este reality show es conocido porque acuden a él los padres que experimentan y creen que necesitan ayuda para educar a sus hijos. Entonces la pregunta sería más bien: «¿No lo quieren y no lo aman?» o «¿No saben cómo quererlo y amarlo?». Son dos preguntas muy diferentes. Es triste, pero hay que decirlo.
Actualmente, no son pocos los padres… es más, yo diría que son muchos los que no saben cómo educar y formar a sus hijos. Los padres alegan que no sabían del impacto emocional que sufría su hijo por la forma en que lo estaban criando. Además, mencionan cómo acuden al programa por los problemas de ira de su hijo, que no sabían cómo manejar. Todo esto señala que, aparentemente, estos padres sí sienten amor y se preocupan por su hijo, pero no saben qué y cómo hacer.
Lo que genera – obviamente – la reacción tan negativa de los seguidores son las afirmaciones de maltrato que el niño dice sufrir. Más allá de la pregunta inicial que les hice, las afirmaciones de este niño coreano de 4 años son tajantes. Se siente solo, nadie juega con él, cree que su mamá no lo quiere y que su padre siempre está de mal genio con él.
Un llamado de atención a todos los que son papás
Todos ahora están hablando y criticando a estos papás, puesto que se han visto en las pantallas de millones de personas. Y, por supuesto, las afirmaciones como esas de un niño de tan solo 4 años nos rompen el corazón a todos. Lo cual, naturalmente, nos lleva a criticar sin misericordia a estos papás que no saben cómo tratarlo.
Quiero ser muy honesto con todos. Lo que hizo que ese video sea tan viral y genere el rechazo de millones de personas es la claridad con la que escuchamos las consecuencias de una mala educación. Y, por supuesto, la capacidad que tienen las redes sociales para difundir un mensaje con esa potencia.
Pero, vamos… ¿quiénes de los que están leyendo este artículo no conocen también padres que no saben muy bien cómo educar a sus hijos? Seamos honestos. Vivimos tiempos muy complicados en lo que se refiere a la educación de los hijos. Hay mucha confusión, ignorancia y una falta de prioridad supina a la hora de elegir a qué le dedican los padres su tiempo.
Hace muchos años que me dedico a acompañar la vida de parejas y sus relaciones familiares. Así, acompaño de cerca la forma como se educan muchos niños y jóvenes.
Sería injusto poner a todos los papás – como se dice en Perú – «en un mismo saco», pero, por lo general, son cada vez menos los papás que tienen criterios claros para educar bien a los hijos.
En segundo lugar, que le dedican tiempo a la relación con ellos, siendo parte de sus vidas. Tercero, que saben lo que está sucediendo en sus vidas y son capaces de compartir sus alegrías y tristezas. Este niño coreano se siente solo, no querido, incluso como un peso para su papá. Les puedo afirmar con fundamento que no son pocos los niños que viven esa misma realidad.
¿Los papás ya no aman a sus hijos?
Yo creo que el problema no es que los padres no quieran y no amen a sus hijos. Cualquier padre al que se le pregunta si ama a su hijo y quiere que sea feliz, que se realice y se desarrolle para cumplir sus sueños, obviamente responderá que es eso y más lo que más quiere. Ahí no está el problema.
A mi entender, el problema está más bien en cómo la sociedad ha ido invirtiendo los valores y las prioridades que deberían reinar en una familia.
La gran mayoría de los padres – papá y mamá – se esfuerzan todo lo que pueden por dar una buena educación, un buen futuro, una vida cómoda y permitirles a sus hijos tener todos los bienes que la sociedad de consumo que vivimos ofrece. Hay muchos padres que se enfocan en «tener cosas» más que en estar con sus hijos. Y lo hacen de corazón.
Creen que dándoles de todo y de lo mejor van a hacerlos felices. Pero – y lo vemos claro en el video – los hijos valoran muchísimo más el amor y la compañía de los padres que tener regalos y bienes materiales fruto del esfuerzo y dedicación honesta y – créanme – sincera de los padres.
Vivimos una sociedad que pone por encima del amor el deseo de poseer cosas, tener dinero y éxito. Además, la idea de pasar más tiempo con la familia puede generar tensiones y posibles discusiones que, al olvidarnos de ese amor auténtico al que estamos llamados a vivir, resulta mucho – en ese sentido – más fácil dedicarse al trabajo que educar a los hijos.
¿Cómo debe ser el amor de los padres y la educación de los hijos?
Es una pregunta que todo papá tiene que hacerse. ¿Cómo somos buenos padres para nuestro hijo? Es otra pregunta fundamental. Hace poco difundí en mis redes un video en el que una mamá decía que es prioritario el amor a su esposo antes que el amor a su hijo. Ha sido duramente criticada.
De los comentarios más comunes era el decir que el hijo es «sangre de mi sangre; carne de mi carne; y que el esposo puede ser que en algún momento me deje, pero mi hijo nunca dejará de ser mi hijo». Esto sería motivo para otro artículo, pero la prioridad del amor marital sobre el parental es muy sencilla de explicar y comprender.
El hijo necesita que sus padres se amen. Cuánto más amor exista en la pareja, mejor es la educación que le podemos dar a nuestros hijos. No significa que no lo ame o quiera a mi hijo, pero sí que, cuánto mejor es la relación entre esposos, mejor es la educación que le podemos proporcionar al hijo.
Otra razón de las afirmaciones tan tristes del niño coreano es que los padres efectivamente no reflejan en sus acciones el amor que le tienen. Repito… yo no creo que el problema actual sea que los papás no amen a sus hijos. El problema es qué se entiende por amor y cómo creemos que les mostramos ese amor. ¡Ahí sí está el problema! Vivimos en un mundo que ha perdido la brújula, que ya ve con ojos de escepticismo palabras como disciplina, autoridad, límites, normas, entre otras.
Se cree que para demostrar al hijo que lo amo no debo ponerle límites ni tampoco ningún tipo de parámetros, porque, si no, no lo estoy dejando ser libre, y menos aún que se desarrolle según su propia identidad. ¡Nada más ajeno a la verdad! Si queremos que nuestros hijos crezcan bien, sepan buscar y vivir lo que es bueno, forjen su carácter para ser capaces ellos mismos de elegir el buen camino, es fundamental saber poner límites claros.
Al ejercer disciplina con amor y ejercer la autoridad, los padres ayudan a sus hijos a crecer y desarrollarse. En cambio, el miedo a que lloren y tengan berrinches, y – algunas veces – ser el «malo de la película», lleva a que los padres renuncien a cumplir ese rol de padre y madre, porque eso es necesario para forjar en el hijo una voluntad fuerte, una inteligencia que busque la verdad y no sean ambas veletas que están a merced de los sentimientos.
Un hijo sin parámetros no sabe por dónde caminar y se guiará por los instintos más bajos, así como la cantidad de basura – permítanmelo decir – que vemos en los diseños animados y películas que «en teoría» son para su edad.
¿Por qué este niño se siente solo y no cree en el amor de sus padres?
No conozco la realidad de esa familia que está al otro lado del mundo, pero son padres que fueron a pedir ayuda porque no sabían qué hacer. Lo mismo sucede en este lado del mundo. Padres que no saben qué hacer ante una rabieta o un berrinche. Que no saben cómo desarrollar el carácter de sus hijos.
Que están profundamente confundidos porque lo que vivimos actualmente es una cultura en la que se difunde que no hay ningún tipo de verdades; cada uno puede guiarse por sus caprichos, y la felicidad se alcanza en la medida que satisfacemos nuestros gustos personales. Sin importar si vivimos valores y virtudes auténticos.
Vivimos una cultura que predica el valor de la «tolerancia» – entiéndase falsa tolerancia – como si de lo que se trata es que nos aguantemos, en vez de buscar generar lazos cada vez más íntimos de amistad y comunión.
Competimos unos contra el otro y estamos comparándonos con el vecino para ver quién tiene el mejor carro, vive en la mejor casa y tiene más dinero para dar «lo mejor» para su hijo.
No se defiende la vida, sino que se predica el aborto. Ni se acogen a los abuelos, sino que son vistos muchas veces como una carga para la familia, pues ya no son útiles según los paradigmas utilitaristas y pragmáticos de la sociedad.
No pretendo agotar la reflexión con estas ideas, pero sí hacer una llamada de atención a todos. Una gran mayoría de familias se están dejando engañar y confundir por los valores equivocados de una cultura que exalta la libertad a toda costa sin ningún tipo de límites.
Por los derechos por encima de todas las cosas, dejando de lado la responsabilidad que tenemos con algunas cosas básicas de la vida. Como es, por ejemplo, pasar más tiempo con nuestros hijos, más que ganar dinero para viajar y comprar lo que se me da la gana.
Autor: Pablo Perazzo
Fuente: catholic-link.com