Entre todas las preguntas que nos hacemos como padres, una de las más importantes es: ¿cómo puedo saber si mi hijo es realmente feliz? Lograr ese objetivo como padres es una de las experiencias más emocionantes y desafiantes que podemos vivir. Sin embargo, a veces nuestras ideas sobre la felicidad pueden estar un poco confusas y equivocadas.
¿Cómo nos educaron nuestros padres?
Recuerden esos momentos en los que éramos pequeños y nuestras madres nos decían que no podíamos comer dulces antes de la cena. ¡Qué tragedia parecía ser en ese entonces! ¿verdad? Lo curioso es que, a pesar de las protestas y lágrimas, crecimos sanos y fuertes. Resulta que lo que nuestras madres estaban haciendo se llama "establecer límites", y resulta que esos límites son esenciales para nuestra educación y formación.
La verdad es que la felicidad no consiste solamente en sentirnos bien todo el tiempo. No se trata de evitar frustraciones o dificultades. A veces, para que nuestros hijos sean realmente felices en el futuro, necesitan enfrentar situaciones desafiantes en el presente.
El 1961 se publicó en la Revista de Psicología Normal y Patológica la carta de un joven alemán detenido el cual se dirigía a los padres de familia, especialmente a los suyos:
“Con su vacilante 'no' nos dijeron 'sí' para salvar a sus frágiles nervios y lo llamaron "amor".
Porque eres débil, nos compraste tu paz. Cuando éramos pequeños, ustedes nos daban dinero para ir al cine o comprar helados. Al hacerlo, estaban haciendo un servicio, no a nosotros, sino a su propia conveniencia, porque son débiles. Débil en el amor, débil en la paciencia, débil en la esperanza, débil en la fe. “
¿Por qué caemos en la trampa de la permisividad?
A veces es más fácil decir "sí" a todo lo que nuestros hijos piden. Evitamos los berrinches en público, nos ahorramos explicaciones y podemos seguir con lo que estamos haciendo. Pero ¿a qué costo? Muchas veces, es porque nos asusta exigirles demasiado, o tememos causarles traumas. Incluso queremos ser "amigos" de nuestros hijos y ganarnos su amor a través de la complacencia. Pero todos estos motivos se centran en nuestras comodidades y miedos en lugar del bienestar a largo plazo de nuestros hijos.
Consecuencias de la Permisividad
El Venerable Fulton Sheen nos señala que los niños criados en un ambiente permisivo pueden tener dificultades para desarrollar una conciencia moral sólida, pues no saben identificar qué es el bien y qué es el mal, pues la corrección y los límites a los niños tienen esta principal finalidad.
Además, pueden volverse débiles emocionalmente, al enfrentar los desafíos de la vida; frustrados y renegones frente a una realidad “llena de NO” y ya no más color de rosa.
El psicólogo Rudolf Allers también resalta que la creencia de que la felicidad es hacer lo que quieren puede llevar a problemas como la neurosis, la ansiedad y la depresión en la vida adulta.
Finalmente, es importante destacar que no se trata de ser autoritarios ni de negarles a nuestros hijos toda diversión. Se trata de encontrar el equilibrio entre la permisividad y la severidad. Este anhelado punto de equilibrio, solo se dará con el amor. San Francisco Sales nos enseña que: "Se cazan más moscas con gotas de miel que con barriles de vinagre". Es decir, en la medida en que los hijos se sientan amados por sus padres, ellos aceptarán mejor sus correcciones, puesto que entenderán de a poco que sus papás solo quieren su bien.
Así que, no se trata de evitar todas las lágrimas, sino de guiarlos con amor y sabiduría hacia la madurez emocional y moral. Es muy probable que los niños sean felices si les ayudamos a comprender los límites que les damos y a valorar las alegrías sencillas de la vida cotidiana, incluso en medio de las dificultades.
Autor: Bruna Freitas Cordeio. Licenciada en Comunicación Social, con estudios de Posgrado en Economía y Gestión de la Sostenibilidad, certificada en la metodología de reportes de sostenibilidad,