Recientemente, se lanzó la película «Nefarious». Según la RAE «nefario» significa un adjetivo que denota algo sumamente malvado, impío e indigno del trato humano. El diccionario Cambridge lo define como una actividad especialmente mala, aún más, moralmente mala. Como sinónimos presenta «mal» o «villano».
La película que lleva ese nombre trata sobre un asesino en serie convicto en el día que está programado para su ejecución. Entonces, él afirma ser un demonio y debe pasar por una evaluación psiquiátrica para determinar si está mentalmente apto para recibir su sentencia.
Es una película muy alejada de la trama archiconocida demoníaca hollywoodense, en la que vemos personas gateando por el techo, cuellos retorciéndose 360 grados, personas con los ojos en blanco que empiezan a levitar, hablando lenguas olvidadas, sumado a fenómenos paranormales que nadie puede explicarse.
Y, por supuesto, una cantidad sobreabundante de sangre, muertes y muebles que se mueven solos y se rompen como si tuvieran vida propia. Esta película muestra un convicto poseído por un demonio «nefando», que lo conduce a hacer actos viles. Toda la película se desarrolla en torno a la entrevista que un psiquiatra agnóstico y ateo debe hacer a este convicto poseído.
Origen de la película
La película fue liderada por un par de directores ya habituados a temas cristianos. Son Chuck Konzelman y Cary Solomon, responsables por Unplanned y Dios no está muerto. De manera muy hábil, en contra de la tendencia hollywoodense – como ya dije – muestran de manera muy hábil el auténtico poder del maligno en el mundo de hoy.
Este (mundo), profesándose agnóstico o ateo, es el mejor caldo de cultivo para su acción velada, pero nefasta y malévola contra nosotros humanos, objetivos principales de la lucha que tiene el demonio contra Dios, como narra la película.
Mientras Dios quiere que vayamos al Cielo, Lucifer con sus huestes diabólicas – como Nefarious de la película – están empecinados en encaminar cuántas almas humanas puedan hacia el infierno.
Teniendo esto en consideración, confieso que la película me ayudó – tratándose de mi vida espiritual personal – a retomar la conciencia de que estamos en una lucha contra el mal. La verdadera pelea es a nivel espiritual.
Puesto que no nos debemos preocupar tanto por los que matan el cuerpo, sino aquellos que pueden matar nuestro espíritu. Así como – diría yo, aunque suene un poco a cliché – retomar la realidad de la existencia del demonio, que está luchando con todas sus fuerzas para que yo no vaya al Cielo.
Temas claves de «Nefarious»
En el diálogo que sostiene el convicto poseído con el psiquiatra que debe analizar la cordura mental del presidiario antes de su condena, vale la pena subrayar algunos temas que, según Nefarious, son logros que paulatinamente han ido conquistando sobre la humanidad, alejándonos cada vez más de Dios, exaltándolos como conquistas de una mal «libertad», según palabras del mismo psiquiatra.
La Eutanasia como una gran victoria del maligno, pues la presenta como una conquista del progreso humano, debido a la capacidad propia de la técnica alcanzada por nuestros conocimientos de medicina, para proporcionar una muerte sin dolor. «Digna» según sus defensores.
Bajo la máscara de una caridad malentendida, se recurre a esa equivocada compasión para embaucarnos en la mentira. Para privarnos del dolor, bajo el barniz de bondad. Nada más evidente que un auténtico retroceso hacia una cultura de muerte.
Luego, el diálogo que mantiene con el psiquiatra sobre el aborto que está a punto de hacer su enamorada, tiene un aire sobrecogedor. Con una lógica extremadamente racional, Nefarious logra denunciar la barbarie en la que el psiquiatra había incurrido al motivar el aborto de su querida.
Se hace referencia a culturas antiguas paganas, en las que el sacrificio de niños era mucho más horroroso. Aun así, en estos días, ocurre lo mismo, bajo el oculto lloro silencioso de los bebes que son asesinados adentro del vientre materno.
Finalmente, vemos en el diálogo una mención a la cultura «Woke». Curiosamente, Nefarious la señala como una obra que ya no es algo directamente provocada por el demonio. Señala que es una artimaña fruto de las intervenciones cada vez más sin sentido de la humanidad. Esta ya no es capaz de reconocer el bien del mal.
Una humanidad que busca un bienestar engañoso y propicia una lucha acérrima contra el cristianismo y los valores más tradicionales de la cultura occidental. Así, va quitando sus fundamentos, como son la belleza de la familia constituida por el hombre y la mujer. También los valores judeocristianos, nutridos del pensamiento griego y los códigos de leyes romanos.
La gran incógnita de una libertad «condicionada»
La reflexión sobre la libertad es seguramente uno de los ejes principales de la película. Se plantea como la razón de la rebeldía en el origen del mal mismo. Con Satanás, cuando – según la explicación de Nefarious – al percibir que debía amar a Dios por ser su criatura, prefiere rebelarse. Alegando una falsa libertad que está condicionada al amor a Dios.
Este mismo raciocinio falaz induce Lucifer a que caiga Adán y Eva, engañándolos con el anzuelo de ser como dioses en tanto comieran del fruto del árbol del bien y del mal, por el cual serían como Dios mismo.
El gran equívoco con el que todavía hoy muchos nos enredamos es pensar que por el hecho de que la libertad está condicionada, efectivamente, por la Verdad y el Amor, se trata de una libertad limitada.
En realidad, son las condiciones para que vivamos una auténtica libertad, que nos realice como verdaderos seres personales, creados a imagen y semejanza de Dios. Una libertad sin ningún tipo de parámetro más bien nos esclaviza a nuestros instintos más bajos y egoístas. Nos aleja de nuestra verdadera identidad, así como de Dios mismo.
Esas condiciones – falazmente presentadas como limitantes – son parámetros necesarios para encauzar nuestra libertad hacia el Bien y la Verdad.
La genialidad de la película «Nefarious»
Pocas películas como esta han logrado escenificar el mal de modo tan crudo. Aquí no se recurre a escenas terroríficas y llenas de miedo. El foco de atención está en la astucia que tiene el mal, encarnado en los demonios, para engañarnos de un modo lógico/racional.
Nos tienden el mismo anzuelo del pecado original. Este fue y es – y será siempre – querer ser como Dios. Querer ser poseedores o, mejor dicho, quienes deciden qué es el bien y qué es el mal. ¡Como si fuéramos la última instancia de la Verdad!
Queremos ser dueños de nuestras propias vidas, señores absolutos de nuestras acciones, con una libertad sin ningún tipo de parámetros. Pero son realidades imposibles si queremos amar a un Dios que nos creó y nos invita a amarlo para nuestra propia felicidad.
Autor: Pablo Perazzo
Fuente: catholic-link.com